Uno de los referentes culturales más relevantes de Colombia es el arriero paisa, universalizado por la figura del muy cafetero Juan Valdez, quién siempre lleva puesto un carriel. Como dice el bambuco de José Muñoz Ospina: “Así como mis abuelos, así era que te buscaba, ellos eran montañeros de carriel, sombrero y ruana. Mi padre era andariego y siempre se enamoraba de mujer sencilla y buena así como era mi mamá”.
Se trata de una tradicional prenda de dimensiones funcionales y simbólicas; con múltiples bolsillos, es el contenedor de la intimidad masculina. Una especie de clóset y escritorio portátil. En palabras del poeta costumbrista Gregorio Gutiérrez González: “De la piel de la arisca nutria nació el carriel antioqueño, con varonil arrogancia y orgullo de compañero; y guardián de risa y llanto, de vicio alegre y secreto se aferra festiva al macho connecio abrazo de cuero”.
Este elemento se usa desde la Colonia, especialmente por los campesinos de los departamentos colombianos de Antioquia, Caldas, Risaralda y Quindío. Se caracteriza por sus múltiples bolsillos –que pueden llegar a ser hasta 20– y por las ‘secretas’ o espacios que solo su dueño conoce. El nombre ‘carriel’ tiene muchos orígenes posibles, como la evolución de la expresión inglesa ‘carry all’; o podría ser un hebraísmo por la terminación el, que significa ‘Dios’ y que se podría referir a ‘carr-i-el’: llevar todo, incluido a ‘Dios’. También se dice que tal vez de guarniel pasó a llamarse carriel cuando vinieron los extranjeros durante la colonización antioqueña. Algunos historiadores dicen que es una versión más pequeña de las alforjas de cuero de los colonizadores europeos, con la adaptación de las jíqueras indígenas expresadas en el forro con pelo que lo distingue. Sea el que sea su origen, el carriel se ha ido adaptando a la topografía montañosa con múltiples arrugas y espacios compartimentados que dividen distintos aspectos de la vida.
La palabra guarniel también se usa para describirlo, y en este caso significaría ‘guardarlo todo’. La versión clásica tiene piel con pelos, charol, algo de color rojo, es bastante pesado y lo sujetan los tirantes finos con adornos hechos con hilos de colores. Los carrieles originales se hacían con piel de nutria u ocelote y con jaguares, tigrillos, canguro rojo y perro de monte, cuando estos animales se cazaban sin ningún control. Hoy se usa la piel de becerro, la baqueta, la badana amarilla y el cáñamo encerado. Es cosido a mano o con máquina Singer de 1912. Con el uso del carriel se sigue la tradición de llenar los bolsillos con amuletos y con mucho dinero, pues se dice que el elemento era, y es todavía, el banco de los arrieros paisas, quienes, en sus caballos, recorren las fincas y pueblos pagando en efectivo.
Aunque el contenido depende del oficio, generalmente en el carriel también se guarda una toalla, pañuelos, peine, barbera, cortaúñas, lima, un espejo y todo lo que el campesino necesite para verse bien presentado. No pueden faltar la navaja, la linterna, los fósforos o el encendedor, la correspondencia, los lápices, las hojas, los dados de hueso, las cartas, las fotos de familia, el crucifijo y las imágenes de los santos de la zona. Van ahí los cigarrillos Pielroja o la picadura de Tabaco, el ojo de venado, el colmillo e morrocoy, la uña de algún animal salvaje, la cajita con grasa de oso, el mentolín y algunas unturas para primeros auxilios. A veces van las tenazas, el martillo y la veterana líquida por si la bestia necesita algún servicio de última hora. En los carrieles de hoy, el celular es protagonista. “Soy antioqueño y visto de alpargatas, carriel de nutria y ruana montañera; tengo para el amor las serenatas y para los rivales mi barbera”, dice Jorge Robledo Ortiz.
Los dos pueblos conocidos por su guarnecería son Jericó y Envigado, aunque la autenticidad se le otorgó al primero en 1973 con la Orden del Carriel. Fue declarado Patrimonio Cultural del Municipio en 2009 y, actualmente, se encuentra en trámites para obtener la denominación de origen. Este sello permitiría perseguir de manera adecuada los productos que puedan estar siendo suplantados, cuando se hagan copias o se aproveche la reputación de sus productos, afirmó la Superintendencia de Industria y Comercio.
Dice la historia que el carriel llegó a Jericó de manos del envigadeño Luis Eduardo Calle, en 1915, y allí se perfeccionó y se adaptó a la cosmovisión paisa con mucho más arraigo que en Envigado que, poco a poco, se convertía en una extensión urbana de Medellín. Así en Jericó se fueron formando generaciones de guarnieleros como los Velásquez, Rodríguez, González, Gil, Uribe, Santamaría y la muy conocida familia Agudelo.
Cada vez hay menos artesanos interesados en continuar con el oficio. Dentro de las estrategias para conservar esta tradición y potenciarla entre las nuevas generaciones sobresale Colombia Consciente (Colombiaconsciente.com), una marca que reúne varias iniciativas resultantes de las intervenciones de Fundacolombia (Fundacolombia.org) en el país a lo largo de siete años. La marca tiene como objetivo llevar a un alto nivel el trabajo artesanal colombiano, siguiendo conceptos internacionales de diseño y calidad, manteniendo siempre el respeto a la identidad y al medioambiente. Los artesanos participantes de esta iniciativa tienen en ella no solo una plataforma comercial, sino un aliado estratégico para su desarrollo. La colección Arrieros de Colombia Consciente le rinde homenaje al carriel de Jericó como símbolo de los arrieros o cowboys que recorren montañas en sus caballos, llenando el paisaje de colores y texturas. La colección Arrieros de Jericó tiene una paleta inspirada en la pintoresca arquitectura del pueblo, uno de los más pintorescos de Colombia. La colección se vende en la Tienda de Artesanías de Colombia en el barrio bogotano del Chicó.